NOTA: La autoria de estos articulos asi como sus traducciones no es mia , quien ha hecho ese trabajo en un amigo forero llamado VISVERIVENI, el cual ya me cedio en su dia los articulos sobre Jim Cirillo. Quiero volver a dejar claro que el merito es de el. Si algunas fotos son muy grandes solo teneis que hacer click en ellas y se abren con su tamaño original.
Este Ranger sirvió de asesor para la película “Traición sin límites”, e inspiró directamente al actor Nick Nolte para componer su personaje. Nolte se vistió en la película como Jackson, habló como él, e incluso adquirió una pistola, funda y cinturón idénticos a los que usaba el Ranger (aunque al rodar la película, fue preciso sustituir la pistola, del calibre .45, por una de 9 mm Parabellum, que funcionaba mejor con los cartuchos de fogueo).
Hasta que tenga tiempo de traducir otros capítulos más interesantes desde el punto de vista estrictamente policial, he aquí un capítulo en el que explica las armas que usó en su carrera.
Está claro que la vida de un Ranger de Texas en los años 60 y 70 era bastante peligrosa.
Experimenté mi primer tiroteo durante un montín en una prisión, en Carrizo Springs en 1969. Un grupo de delincuentes peligrosos sin nada que perder tomó el control de la prisión del condado. Saquearon la armería, consiguiendo numerosas armas y abundante munición y, cuando se dieron cuenta de que no podían escapar, se fortificaron detrás de las paredes.
Se llamó a los Rangers, y el veterano capitán Alfred Allee asumió el mando. Usando un megáfono, informó a los internos que contaría hasta diez para darles la oportunidad de rendirse. Contó hasta tres y a continuación vació el cargador de su rifle Winchester del .30-30 contra la prisión.
El brusco giro de los acontecimientos me tomó por sorpresa. “Capitán”, dije, “creí que les dijo que iba a contar hasta diez”.
“Bah, esos hijos de perra no saben contar, de todos modos”, contestó, y el tiroteo entre ellos y nosotros se volvió indiscriminado. Por entonces, yo llevaba una carabina automática Springfield Armory M-2 del calibre .30, y cuando los prisioneros dejaron claro que preferían una batalla sin cuartel a la rendición, respondimos a la violencia con más violencia. Mis balas rebotaron en los barrotes de la prisión, resonando como petardos en la noche veraniega.
Nunca olvidaré el sonido de las balas pasando cerca de mi cabeza, o impactando en los coches alrededor mío. Me habían disparado antes, pero nunca como aquella vez.
Tomamos la prisión exactamente de la forma que se esperaría de los Rangers de Texas, y antes de que pasase la noche, controlamos la situación, pero la violenta experiencia dejó una huella en mí, junto con la imagen de los disparos –un breve, brillante resplandor, y luego sólo oscuridad.
La lista de armas de fuego en mi arsenal es sustancial y, quizás para algunos lectores, chocante. He sido un cazador toda mi vida, y es cierto que aprecio un buen arma, pero no soy un chalado de las armas de fuego. Soy un artesano que aprecia las mejores herramientas de mi profesión.
Las he dominado para obtener un servicio beneficioso: mi defensa y la defensa de otros contra el elemento criminal. Poseo las armas, pero ellas nunca me han poseído a mí.
En 1966, cuando me hice Ranger, el DPS (Department of Public Safety) de Texas me equipó con un revólver Smith and Wesson modelo 19 del calibre .357 magnum.
Era un buen y preciso revólver. Para tiro de precisión, siempre confié en el Smith & Wesson. Pero la mayoría de los Rangers llevaban alguna versión de la Colt 1911 calibre .45.
Era mejor para el servicio: tenía un tremendo poder de parada, llevaba algunas balas más, y podía recargarse rápidamente. Mi elección concreta era la Colt Ligthweight Commander.
A lo largo del tiempo, hice algunos ajustes en la misma. Reemplacé el gatillo con otro de una Colt 1911 más vieja, de mayor tamaño, y lo ajusté exactamente para una presión de 3 libras. No me gustaba la forma en que el seguro de empuñadura de la Commander cogían pellizcos en mi piel, entre el pulgar y el índice.
La solución fue incrementar la superficie con un seguro tipo “Beaver-Tail”.
Las cachas de madera estándar no sirven para un Ranger de Texas. Las cachas de madera laqueadas o de marfil se vuelven resbaladizas con el sudor; son simplemente peligrosas. Y (como dijo el General Patton), sólo los chulos y las putas llevan cachas de madreperla.
Prefiero las cachas personalizadas hechas de plata grabada y oro que me dio Felipe Zamora. Nunca he visto otras que fueran más bonitas, y al mismo tiempo tan prácticas.
…Generalmente alternaba una bala blindada con una de punta hueca.
Llevaba 2 cargadores en el cinto, y otros 4 en la cabina de mi vehículo, y algo más de munición suministrada por el departamento en el maletero. Generalmente llevaba otra Colt 1911 del .45 con cañón de 5 pulgadas en el coche. En situaciones peligrosas, metía en el cinturón, en el lado opuesto a la Commander, la otra .45.
Ambas .45 por supuesto, iban cargadas, con una bala en recámara y montadas y aseguradas (en “condición uno”). “¿No es eso algo peligroso?”, le preguntó una vez un tipo a un Ranger amigo mío. “No llevaría a la hija de perra si no fuese peligrosa”, contestó el Ranger.
Cuando me hice Ranger, el departamento me dotó con un rifle semiautomático Remington modelo 8 del calibre .30, que había usado previamente el Ranger Levi Duncan.
No creí que este arma pudiera funcionar para mí. Tan pronto como pude permitírmelo, lo reemplacé con una carabina de palanca Winchester del calibre .30-30, fabricada en 1957.
El armero Lem Sinclair le cortó el cañón de 20 pulgadas a 16 ¼”, para asegurarme de que podía apuntar en la dirección apropiada desde dentro de mi coche. Lem acabó el arma con un cromado satinado, inmune al óxido. Además así no era posible que un brillo del pavonado fuese detectado por el ojo de un delincuente.
viernes, 6 de febrero de 2009
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