Es fundamental que el entrenamiento reproduzca las situaciones que se encuentran en la calle. Conozco un departamento que, para ahorrar tiempo, hacía que los agentes recargasen sus revólveres durante las prácticas de tiro tomando los cartuchos de los bolsillos de sus pantalones. Un agente, al que entrevisté tras un enfrentamiento, me dijo que vació su revólver durante un tiroteo.
Rápidamente llevó su mano al bolsillo, de donde sacó una moneda de 10 centavos, otra de un cuarto de dólar, y las llaves de su coche, e intentó frenéticamente meter todo eso en el tambor de su revólver. Me dijo que se preguntaba, histérico, que había pasado con su munición.
¿Quién se la había llevado? ¿Por qué no estaba en el bolsillo del pantalón? Finalmente se dio cuenta de que los cartuchos estaban donde deberían, en la cartuchera de su cinturón, con la que no se había familiarizado durante los entrenamientos.
Durante lo que le pareció una eternidad, intentó torpemente abrir la solapa de la cartuchera, y cuando lo consiguió, todos los cartuchos cayeron al suelo. A todo esto, su oponente, que ya había recargado su propia arma, observó los intentos del agente para recargar su revólver. Envalentonado, decidió acercarse corriendo, para tener una mejor oportunidad de alcanzar al policía. O bien el agente tuvo suerte, o existe un santo patrón de los policías, porque mientras estaba de rodillas, tratando de recuperar su munición, fue capaz de coger un único cartucho, meterlo en el tambor del revólver, cerrar el arma y apretar el gatillo 2 veces, sobre 2 recámaras vacías, antes de que el arma se disparase finalmente.
El delincuente estaba a unos pocos metros del agente, apuntando el arma a su cabeza, cuando recibió el disparo en el pecho, que le partió la espina dorsal. La cuestión es que, bajo estrés, harás lo que se te ha entrenado para hacer, sin pensar conscientemente en ello. Se trata de un reflejo condicionado, que emerge cuando un individuo está bajo un gran peligro.
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