lunes, 1 de diciembre de 2008

A TUS PIES , MAESTRO

Por Vivesriveni.
Cirillo era un antiguo agente del NYPD (recientemente fallecido, a los 76 años), muy famoso en USA por haber formado parte durante años de una unidad atípica, la “Stakeout Squad” (podría traducirse como “escuadra de emboscadas”), que se formó en el departamento en los años 70, cuando los delitos violentos en NY habían alcanzado cotas escandalosas.
En esa época, se producían numerosos atracos a farmacias (en realidad “drugstores”, una especie de mezcla de farmacia y supermercado; las farmacias como tal no existen en USA), licorerías, y otros pequeños negocios, en los cuales los atracadores, a pesar de lograr su objetivo, ejecutaban a menudo a todos los testigos.
Por entonces, la alcaldía de la ciudad y los mandos del NYPD decidieron crear una unidad en la que sus miembros permaneciesen haciendo “guardia”, ocultos en diversos establecimientos de los que sufrían un mayor índice de atracos, elegidos al azar, esperando a posibles atracadores, con los que tuvieron que enfrentarse en un gran número de ocasiones, produciéndose numerosos tiroteos. Para hacerse una idea del nivel de peligrosidad de dichos servicios, Cirillo llevaba sistemáticamente en ellos, además de una escopeta Ithaca del calibre 12, 4 armas cortas: 2 revólveres Smith and Wesson modelo 10 del .38 special ,un Colt Cobra del mismo calibre, y una Walther PPK del 9 corto.
Cito, del mencionado libro, párrafos del capítulo dedicado a dicha unidad:“La Stakeout Squad era una unidad dentro de la NYC Emergency Squad (nota: ¿antecedente de la E.S.U?)…Los jefes de policía, que no tenían conocimientos de la dinámica de los enfrentamientos armados, nos exponían al peligro.
Si hubiesen escuchado a los expertos que constituían la unidad, no hubiéramos tenido que recurrir a tantos tiroteos como tuvimos. Pero como sólo eramos policías de a pie, permitieron que mandos superiores, sin conocimientos, organizasen las emboscadas. Nos ponían en una proximidad tan extrema con los ladrones, que sabíamos que no tendríamos tiempo de recuperarnos a tiempo si ellos decidían disparar primero. No tendríamos el lujo de un margen de tiempo para ver si los ladrones armados se rendirían…”
“El comisionado de policía Howard Leary ordenó la formación de una “unidad de emboscadas”. Por entonces, debido a recortes presupuestarios, se había reducido drásticamente la actividad de entrenamiento de tiro, y varios instructores expertos en armas y tiro de la academia habían sido trasladados a servicios de patrulla. Yo era uno de esos instructores.
Se sugirió entonces que estos instructores formasen el núcleo de la unidad. Era una elección lógica, puesto que los 70 hombres eran excelentes tiradores con pistola y rifle, y varios de ellos éramos competidores activos en concursos de tiro policial y civil. De hecho, 2 de ellos eran campeones nacionales…de los 70 hombres a los que se les pidió entrar en la unidad, sólo 9 aceptaron. Yo me convertí en el número 10 sólo cuando un compañero me convenció…Temía ser destinado a un servicio en el que me expondría a un alto número de tiroteos.
Sabía que era un buen competidor cuando se trataba de disparar sobre blancos de papel, pero me preguntaba qué sucedería cuando el blanco devolviese los disparos…cuando mi compañero vio mi renuencia, me preguntó: “¿Cuántas veces has tenido que usar tu arma en tus 15 años de servicio? “. “Sólo una”. “Probablemente no tendrás que usarla en otros 15 años. Vamos, apúntate, estarás bien”.
Así que firmé…y en mis primeras 2 horas dentro de la unidad, en el segundo servicio que ésta llevaba a cabo, tuve que dispararle a tres pistoleros.“Nunca tuve la oportunidad de decirles que tiraran las armas, ya que, nada más levantarme para enfrentarme a ellos, la pieza inguinal de mi chaleco antibalas cayó al suelo con un resonante “crash”…justo antes de que se produjera el primer disparo, creí que iba a desmayarme.
Me parecía que me había convertido en gelatina, y que iba a caer al suelo de la tienda. No recuerdo haber sentido jamás un miedo tan intenso. Pero entonces, mientras centraba las miras de mi revólver, un sentimiento diferente vino a mí…Ahora había dos “yo”. Uno estaba lleno de dudas y aterrorizado. De hecho, esta parte de mí se preguntaba quién estaba disparando el S&W modelo 10 que sostenía en mi mano…Al principio, no me dí cuenta de lo que había logrado.
Creía que había fallado. Sólo me di cuenta de mi error, cuando ví al primer pistolero en el suelo, mortalmente herido. Los otros 2 estaban en camino de la consulta de un médico, para buscar ayuda por las heridas de bala que habían sufrido. Tal y como resultaron las cosas, resultó que, pese a estar aterrado, había sido capaz de alcanzar a los 3 delincuentes en unos 3 segundos. Nunca antes o después fui capaz de duplicar este hecho”.“La historia que voy a contar ahora parece increíble, pero es totalmente cierta. Había 2 miembros de la unidad, a los que llamaré Marty y Benny.
Ben parecía un Lou Costello musculoso, y Marty era la viva imagen de Andrew Dice Clay, e igual de divertido. Hasta el día de hoy me pregunto si eran parientes. Durante las sesiones de entrenamiento, no paraba de indicarles que tenían que estar alerta y pendientes cada minuto que estaban de servicio, pero nunca me hicieron mucho caso. En una ocasión prestaban servicio en un drugstore en Brooklyn. Hacían el turno de 4 p.m. a 12 a.m. Como era casi la hora de cenar, decidieron comprar una pizza, pero en vez de quedarse uno de ellos en el punto de observación, decidieron ir a la trastienda, detrás del mostrador de la farmacia, a compartir su pizza como los colegas que eran.
Puedo imaginarme sus caras, con las bocas llenas de pizza, cuando vieron avanzar hacia ellos al dependiente, con las manos en alto. Detrás de este venía el farmacéutico, también con las manos en alto. Se levantaron de sus sillas, y se escondieron en el almacén. Al poco tiempo, el atracador hizo pasar allí al dependiente y al farmacéutico. Tan pronto como estos les sobrepasaron, Marty saltó delante del delincuente, le puso su Colt Detective Special en la cara y le ordenó arrojar el arma.
Éste respondió disparando un tiro al abdomen de Marty”.“Marty me dijo más tarde que en ese momento pensó “Cirillo tenía razón, no se siente el disparo con toda la adrenalina fluyendo”. Marty disparó los 6 tiros de su revólver directamente en la cara del pistolero, y Benny se le unió con los 5 disparos de su Smith and Wesson Chief’s Special. Marty me dijo que veía el resplandor de los disparos reflejándose en los ojos del atracador, y se preguntaba “¿Cuándo va a caer este hijo de p...?”
“Cuando Marty oyó los “Clicks” del percutor golpeando en los casquillos vacíos, los ojos del pistolero finalmente vacilaron y luego se cerraron, mientras caía al suelo. Le gritó a Benny: “Benny, estoy herido, llama a una ambulancia, rápido”. Benny le preguntó “¿dónde estás herido”?. Marty dijo: “en la tripa. No puede haber fallado”.El farmacéutico me dijo luego que Benny ayudó a Marty a quitarse la camisa para buscar la herida de bala. Marty tenía pelo en su pecho y vientre, tan espeso como el de un mono.
Me dijo luego que cuando Benny le apartaba el pelo buscando la herida, parecía un chimpancé despiojando a otro. Benny dijo al aterrado Marty: “no veo sangre ni agujeros de bala”. Con voz temblorosa, Mary dijo “Caray, quizás está en el ombligo”.“Benny le pidió un algodón al farmacéutico, y lo metió en el ombligo de Marty. Lo sacó y no había sangre. “Marty, no hay sangre. ¿Estás seguro de que te ha dado?”. Benny se incorporó y examinó el arma del atracador. Entonces dijo, con una risa.
“¡Mierda, es una jodida pistola de fogueo!”. Marty, todavía pálido, se sentó para recobrarse. Benny cogió el teléfono para informar del tiroteo. Se agachó sobre el caído, y evidentemente muerto, sospechoso y radió su descripción: “tengo un hombre negro, estatura 6’2” o 6’3”, peso 270 o 300 libras, edad, uh, 32 años”. En este momento, el ladrón abrió súbitamente los ojos y dijo: “mierda, tío, sólo tengo 26. Eh, oficial, ¿Puede dejarme un pañuelo? Me sangra la nariz”. El pelo del cuero cabelludo de Benny se erizó, ya que no podía comprender que alguien estuviese vivo después de recibir 11 disparos en la cara. Marty y él esposaron al sospechoso. Éste pidió de nuevo un pañuelo.
Benny le dio uno. El ladrón se sonó la nariz con un ruido desagradable, y una bala salió de sus fosas nasales y cayó al suelo con un “plop”. La ambulancia que habían pedido para Marty había llegado, y se preguntaron cómo iban a sacar al sospechoso herido hasta la puerta. Benny dijo: “Marty, será mejor que pidamos al servicio de Emergencias que traigan una bolsa para cadáveres con asas, para levantar a este tipo”. El pistolero se sentó y dijo “échame una mano, tío. Me levantaré”. Benny y Marty le levantaron y le sujetaron, temiendo que cayese. El sospechoso se soltó y caminó sin ayuda hasta la ambulancia sin la menor vacilación, ni otro signo de que estuviese herido.
En el hospital, se comprobó que 10 de las 11 balas del .38 habían atravesado la piel y músculos del sospechoso, se habían desviado contra los huesos del macizo facial, y habían vuelto a salir, sin penetrar en el cráneo. La undécima bala era la que había caído al suelo al sonarse. Benny me dijo que había quedado convencido de que tenía razón con mis quejas a la superioridad sobre lo ineficaz de la munición del .38 de 158 grains y punta redonda.

No hay comentarios: